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viernes, 3 de junio de 2016

El monocultivo de papaya afecta los suelos amazónicos

Visitar las comunidades de la zona del Vicariato Apostólico de Yurimaguas nos permite apoyarlos en sus proyectos de desarrollo, pero también es una manera excelente para darnos cuenta en primera persona de problemas ambientales latentes que  a veces los mismos campesinos no se dan cuenta, y de los cuales las autoridades guardan silencio. Es esto el caso del Monocultivo de Papaya.


En la zona del Bajo Huallaga, así como en otras partes de la Provincia de Alto Amazonas como el Bajo Paranapura, se están extendiendo cada día más los monocultivos de papaya, sin que los campesinos se den cuenta de las problemáticas y el deterioro que estos conllevan a la salud de los suelos.La última visita al caserío de Luz del Oriente, Bajo Huallaga, ha vuelto a poner en evidencia este problema oculto.

El monocultivo afecta profundamente los suelos amazónicos. Los moradores de la zona frecuentemente alquilan sus terrenos a precios muy bajos y con el riesgo de no poderlos utilizar una vez que han vuelto a su posesión, ya que estos quedan improductivos. La dinámica es la siguiente: los papayeros llegan a estas zonas, alquilan una hectárea de terreno por tan solo 500 soles para una campaña (la cual dura alrededor de un año y medio) y utilizan una gran cantidad de químicos.

Los químicos, además de afectar los suelos,con las lluvias se pasan a las fuentes de agua contaminándolas. Estas son las mismas fuentes de agua que los pobladores utilizan para sus cultivos familiares o para tomar y cocinar. Los moradores de Luz del Oriente, así como los de otros centros poblados, todavía parecen no darse cuenta de los riesgos que conlleva con tan solo tener al lado de sus parcelas los monocultivos de papaya.


La papaya necesita nitrógeno para crecer. Por esto los agricultores echan urea a la tierra, que es un fertilizante y fuente de nitrógeno. El problema de este elemento es que contiene también un componente de impureza que causa daño a los suelos, especialmente a aquellos arcillosos típicos de nuestra región. Este elemento “embolsa” los nutrientes del suelo, que se quedan así atrapados, impidiendo que las plantas puedan aprovechar de ellos.

Se crea así un círculo vicioso por el cual el campesino compra más urea a cada campaña, volviéndose dependiente del mercado, con la esperanza que esta ayude a la planta a crecer, cuando lo que hace en la realidad es activar un proceso de acidificación del sueloy no dejar libres los nutrientes ya presentes naturalmente. Se llega a un punto en que para “recuperar” el terreno es necesario realizar un proceso de enmienda o encalado, ó sea de agregar cal al suelo para liberar los nutrientes,lo cual es una actividad muy costosa.

En conclusión podemos decir que los monocultivos son el suicidio del suelo. Y este problema deben concientizar los campesinos para que puedan darse cuenta de esto y busquen otras formas de desarrollo más ventajosas económicamente y al mismo tiempo que provocan menos impactos sobre la tierra y el medio ambiente.



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